AQUELLOS de nosotros que alcanzamos la madurez política en los años 60
creíamos firmemente que la autodeterminación de las naciones era un
derecho sagrado que debía apoyarse en todas partes y en todas las
épocas. Existían bastantes motivos para creer en este derecho: los
pueblos de Indochina, de la República Dominicana y de Cuba presentaban
resistencia a las intervenciones militares de EEUU; el pueblo checo se
oponía a la invasión rusa, y los argelinos luchaban por su independencia
contra el colonialismo francés. (máis...)