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martes, 1 de febrero de 2011

CCOO Y LOS LÍMITES DEL SINDICALISMO

Por Román Alonso*

La firma del reciente pacto sobre pensiones entre CCOO, UGT, patronal y gobierno, claramente perjudicial para la clase obrera e innecesario desde el punto de vista de la solvencia del sistema, está ocasionando un enconado debate interno entre la propia afiliación de CCOO, desconcertada ante estas canalladas de su dirección política. Entre la izquierda en general este acuerdo provoca un desprecio total hacia los firmantes.

¿Son los dirigentes de CCOO e UGT unos viles traidores? ¿Están convencidos de haber hecho lo que debían en defensa de la clase obrera o son unos mercenarios vendidos al poder financiero?.

Responder a estos interrogantes en forma operativa, válida para el trabajo político, requiere un análisis material de la realidad dado que las ideas, en este caso de nuestros sindicalitas, no nacen en el vacío sino que se basan en lo material con el que se interrelacionan.

El sindicalismo tiene como función genérica la defensa de la clase obrera y los partidos marxistas también, pero es importante diferenciar niveles. Con carácter ilustrativo voy a centrarme en CCOO (el sindicato) y en el PCE-IU , por ser estas organizaciones, una en lo sindical y otras en lo político, mayoritarias y determinantes en España.

La línea sindical de CCOO se ha ido forjando a lo largo de sus 50 años de historia y de presente en la que se han dejado y se dejan la piel excelentes cuadros, algunos liberados y la mayoría dedicando parte de su tiempo libre a la defensa de los intereses de sus compañeros de trabajo.

Con todos sus éxitos y miserias CCOO constituye una gran escuela de sindicalismo en la que junto con determinados vicios se cultivan determinadas pautas de actuación a priori valiosas que es necesario conocer, porque ahí encontraremos la explicación de por qué CCOO es el sindicato maioritario en España, con mucha diferencia sobre otros, superando actualmente el millón de afiliados. Se trata de las típicas normas de actuación reformistas que incomodan tanto a los sindicalistas autodenominados “revolucionarios” como a los amarillos.

Una primera norma reformista será tratar de lograr la máxima ventaja tangible para los trabajadores implicados en determinado conflicto o negociación, sin entrar en colisión con otro sector de trabajadores. En este terreno no conozco otro sindicato español que pueda dar mejores lecciones.

Una segunda norma será no renunciar a la negociación y por supuesto no renunciar a pactos si estos se consideran aceptables. Hay sindicatos que no firman determinados pactos, porque esa pose les permite simplemente presumir de revolucionarios y mantenerse vivos, pero sin lograr nada mejor en lo concreto y en el presente o futuro próximo.

CCOO ha demostrado en múltiples ocasiones que no tiene problemas para vivir sin pacto, cuando este se considera perjudicial.

Por otra parte no se debe renunciar a la mobilización para desbloquear determinadas situaciones. CCOO participa de hecho en solitario o con otros diariamente en múltiples mobilizaciones obreras a lo largo del país.

Otra faceta del reformismo sindical será la asesoría sindical o jurídica para la defensa del trabajador individual o colectivos ante su desprotección frente determinadas injusticias en materia de horarios, salud laboral, etc. por parte de empresarios, jefes de personal o de la administración pública.

Estas normas reformistas de actuación sindical son necesarias y válidas tanto en la actual lucha anticapitalista como en el futuro marco de un estado socialista. No constituyen protocolos rígidos y no siempre se aplican adecuadamente.

Para determinados sectores de la clase obrera más acomodada o más radicalizada todos estos servicios sindicales non son imprescindibles, incluso se consideran despreciables y mezquinos, por lo que pueden permitirse hacer llamamientos a la ruptura de carnets del sindicato mayoritario. Que millones trabajadores pasen a quedar desprotegidos en su día a día ante múltiples injusticias del sistema capitalista, no parece preocupar a ciertos revolucionarios con título autoadjudicado. ¡Todo por la revolución, que ellos imaginan y diseñan!

Desde la izquierda anticapitalista se añora un sindicato que aproveche su poder de convocatoria para movilizar a las masas obreras contra las agresiones capitalistas, peculiarmente brutales en las fases de recesión o depresión económica como la que estamos viviendo. Se desea que el sindicato supla la incapacidad de la izquierda anticapitalista para mobilizar grandes masas.

Teniendo en cuenta que los sindicatos acogen a los trabajadores con más conciencia de clase, la izquierda anticapitalista suele obtener beneficio político de la protesta, por el nivel de mayor apertura o permeabilidad al mensaje anticapitalista en los momentos de movilización.

De ahí a suspirar por un sindicalismo revolucionario no hay más que un paso, por lo que no faltan iniciativas en ese sentido que van desde la constitución de sindicatos nuevos al entrismo.

La realidad, no obstante, es tozuda y la práctica nos enseña que los sindicatos, viejos o nuevos, que renuncian o que, por deseño propio o por minoritarios, son incapaces de ejercer adecuadamente su función reformista tienden a desaparecer o a enquistarse, porque la mayoría de la clase obrera ejerce de momento en reformista o conservador. Por algo el PP, PSOE y otras derechas absorven el 90% del voto válido. Esto ocurre porque los mecanismos de subyugación ideológica (medios de comunicación, escuela, familia, grupo, etc), controlados por el capital, educan para la sumisión y el conformismo. A medida que CCOO creció, más se fue pareciendo a la clase obrera que representa: se hizo más reformista.

El sistema capitalista favorece en todo momento, por su propio diseño estructural, la acumulación privada de riqueza en cada vez menos manos y la extensión de la pobreza a cada vez más población.

Por su evolución histórica hacia el imperialismo y por la propia presión del bloque socialista, el sistema capitalista ha generado a lo largo del siglo XX, especialmente en las zonas metropolitanas (Norteamérica, Europa Occidental o Japón), unha capa obrera que, por estar mejor retribuída y con cierto bienestar social, ha sido en cierta manera subsumida en el sistema explotador.

El estado de mejor protección social europeo ha posibilitado la cooptación por el sistema de la socialdemocracia, de viejo o nuevo cuño, de los sindicatos maioritarios y de amplios sectores del conjunto de clase obrera.

En España, durante el período monárquico postfranquista se fue produciendo una paulatina pérdida de influencia del PCE en las estructuras del sindicato, interrelacionando con un debilitamiento del PCE como partido, por el fracaso de su estrategia eurocomunista, entre otras causas.

El PSOE con sus triunfos electorales y apoios fácticos logró arrebatar al PCE numerosos cuadros politicos y sindicalistas profesionales que paulatinamente han reconducido el sindicato de CCOO hacia la confluencia con UGT y la estrategia del diálogo social permanente, interpretando el carácter sociopolítico como supeditación a los intereses políticos del sistema en cada momento. Nada perverso, dado que esta conducta responde al sentir maioritario de la clase obrera expresado electoralmente. Derivando, derivando, hasta UPyD ha sacado tajada entre la burocracia sindical.

Asistimos desde su fundación como sindicato a una ruda confrontación ideológica entre esta mayoritaria burocracia adscrita o colaboracionista con los partidos del sistema y numerosos cuadros y militantes de base que pugnan por defender los principios democráticos, anticapitalistas.

La burocracia sindical relaciona las consecuencias de sus decisiones con un problema vital, su puesto de trabajo como sindicalista que, ante la precariedad laboral existente, adquiere tintes dramáticos. Por un mecanismo psicológico de autodefensa se relacionará fácilmente la pérdida de trabajo burocrático con el debilitamiento del sindicato, que a su vez es fácilmente relacionable con el debilitamiento de la defensa reformista de la clase obrera. Estas distorsiones mentales se alimentan también con las amenazas directas de ciertos círculos derechistas contra lo propio sindicalismo.

La burocracia sindical tiende a aupar cómo líderes a aquellos que mejor puedan garantizar la conservación del aparato sindical, no importa su ideología. Antonio Gutiérrez, Fidalgo y ahora Toxo, son ejemplos de ello.

Las burocracias tienden asimismo a rechazar y aislar las voces críticas, en la medida que puedan hacer peligrar el aparato; o sea: los críticos desestabilizadores mejor que se vayan.

Hete aquí como el llamamiento de Angeles Maestro a la ruptura de carnets de CCOO puede darse la mano con la burocracia sindical más reaccionaria.

Para reconducir al sindicato hacia posiciones más revolucionarias, se requerirá que el conjunto de la clase obrera presente síntomas de cansancio con el actual sistema y muestre mayor disponibilidad para la lucha.

Es cierto que la HG del 29S, tardíamente convocada, fue un éxito y que el sindicato paralizó la necesaria mobilización consecuente. Como a desgana se convocaron por CCOO y otros las movilizaciones de diciembre pasado que concitaron un fuerte pero limitado apoyo, nada que ver por supuesto con la masiva participación que la ocasión requería.

Hasta aquí un resumen de la dinámica interna de CCOO, pero la situación puede cambiar y no está escrito el futuro. La crisis actual del sistema capitalistas se está cargando el modelo vigente de relaciones laborales y políticas en España y habrá reacción. Hay de ello precedentes en Latinoamérica y los estamos viendo en el norte de Africa.

Pase lo que pase, mientras no dispongamos de un polo de atracción político y social anticapitalista alternativo, desesperar y renegar de los burócratas sindicales tiene el mismo efecto que renegar a nuestros compañeros de trabajo que votan PP, PSOE o nacionalismo segregacionista; el mismo efecto que renegar de la realidad que nos rodea, porque no se adapta a nuestras propuestas políticas.

La tarea que tenemos por delante pasa por impulsar la movilización contra esta reforma laboral y otras agresiones, por el crecimiento afiliativo del PCE como partido marxista-leninista y de IU como movimiento anticapitalista alimentándose mutuamente. Para este propósito contamos con cuadros y militantes en CCOO y otros sindicatos minoritarios que se están acercando a nosotros. Esta tendencia continuará, si somos capaces de mantener un discurso fuerte, de explicarnos y de respetar las reglas y la independencia sindical. Únicamente una fuerte movilización y un movimiento anticapitalista potente aportará a los burócratas sindicales un enfoque alternativo para analizar las consecuencias de sus actos, inevitablemente a través de su lente burocrática que vela por el interés, “de su sindicato y de la clase obrera”.

Termino con una cita de Lenin en “La enfermedad infantil...”: “No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros aristócratas u 'obreros aburguesados'”.

* Román Alonso Santos. Coordinador comarcal de Esquerda Unida en Vigo, afiliado a CCOO.